El proyecto finalizado, las unidades de obra perfectamente definidas, una planificación por elementos, y unos sistemas constructivos que lleven implícitas las medidas de seguridad son claves para que el segundo mayor decisor de todo el ciclo de vida de una construcción tenga el valor de para cambiar sus procesos tradicionales por ensamblajes de unidades preindustrializadas y prefabricadas. La falta de mano de obra forzará a que el BAM se convierta en la nueva manera de construir. Y después vendrá la robótica…

El fundador de building SMART, Patrick MacLeamy, ya vaticinó hace una década que al BIM se le sumaría el BAM para llegar al BOOM. Como BAM entendemos el acrónimo de Building Assembly Manufacturing, o sea montar, ensamblar más que construir.

Esta industrialización de la construcción conlleva entender los procesos desde una perspectiva totalmente distinta a la actual. Quizás hemos visto algún ejemplo de vivienda industrializada, pero ahora vamos a experimentar esta industrialización no sólo cuando hacemos una vivienda de una planta, sino que conducimos el proceso para realizar edificios en altura…

En este caso las variables que se utilizan son otras: ¿de qué manera se puede exprimir la información contenida en un proyecto digitalizado para obtener lo que un constructor necesita?

Y a ello se le suman los métodos colaborativos que necesitarán de un modelo de contratación distinto.

Hacer un único contrato para todos los agentes que intervienen rompe los esquemas tradicionales donde el beneficio individual es lo que prevalece.

El contrato colaborativo aboga por entender que al menos tres agentes deben estar alineados: el promotor, el arquitecto y el constructor. Esta multiplicidad de «players» genera unos inputs totalmente distintos a los que estábamos acostumbrados.

Su objetivo: cumplir con el presupuesto y el plazo de entrega con una construcción perfecta.